Manifiesto para la protección de niños y jóvenes de la respuesta al COVID-19

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Los niños y los jóvenes tienen el derecho a perseguir la vida, la libertad, el aprendizaje, el ocio, el amor, y la risa.

“La experiencia nos muestra que las comunnidades que enfrentan epidemias u otros eventos adversos, responden mejor y con la menor ansiedad, cuando se interrumpe lo menos posible el funcionamiento social normal de la comunidad.” (Inglesby et al., 2006)

UN ALEJAMIENTO DE LOS PRINCIPIOS DE LA SALUD PÚBLICA

La respuesta a la pandemia del COVID-19, en muchos países, ha incluído políticas sin justificación científica ni consideraciones de tipo costo-beneficio.
Los confinamientos, el cierre prolongado de las escuelas, el testeo masivo, el seguimiento de contactos, el distanciamiento social extensivo y el uso generalizado de máscaras en la población, marcan un alejamiento drástico de las recomendaciones y los planes de respuesta a las pandemias del sistema de salud pública, previos al COVID-19 (Inglesby et al., 2006; WHO, 2019).

INTERVENCIONES SANITARIAS BASADAS EN LAS NECESIDADES

A lo largo de la pandemia, muchos gobiernos y sociedades han puesto un énfasis limitado a reducir los ‘casos’ de COVID-19 para prevenir las muertes debidas a la enfermedad en los grupos de alto riesgo. Esta política ha fallado drásticamente y ha generado un daño colateral enorme a los grupos vulnerables, como es el caso de las familias y las comunidades de bajos ingresos, individuos con discapacidad o enfermedades mentales, los ancianos, los niños y los jóvenes (15 a 25 años de edad) (WHO, n.d.a). Una respuesta basada en una protección enfocada en aquellas personas que presentan alto riesgo al COVID-19 puede conseguir los mejores resultados para todos, tal como se describe en la Declaración Great Barrington (Kulldorff et al., 2020) y en el Protocolo para la Reapertura de la Sociedad (PANDATA, 2020).

LA EPIDEMIOLOGÍA LO DEMUESTRA CON ELOCUENCIA

COVID-19 presenta un alto riesgo de sufrir una enfermedad severa o incluso la muerte para los ancianos con múltiples comorbilidades, pero para la mayoría de la población el riesgo resulta insignificante (CDC, 2021a). Para las personas debajo de los 70 años de edad, la tasa promedio de mortalidad por infección (IFR) es de 0,05 % (Ioannidis, 2021). Esta estimación incluye individuos con comorbilidades, lo que implica que esta tasa es aún mucho menor para las personas sin comorbilidades. Para los niños y los jóvenes el IFR es “casi cero” (Oke & Heneghan, 2020). Estos últimos tampoco son los principales motores de la transmisión a los adultos, y en particular a los ancianos (Ludvigsson, 2020). Estas ventajas no fueron tomadas en cuenta cuando se diseñaron las políticas sanitarias de respuesta al COVID-19 y, a pesar de constituir una abrumadora evidencia epidemiológica, siguen siendo ignoradas para detrimento de estos sectores de la población.

LA NUEVA GENERACIÓN ESTÁ EN PELIGRO

La evidencia ya nos muestra que el bienestar físico, mental y social de los niños y jóvenes ha sufrido serios daños, al igual que sus logros educativos y sus perspectivas futuras (Lewis et al., 2021). Nunca hubo motivos para interrumpir las vidas de los niños y los jóvenes, y existen todas las razones para reestablecer la normalidad para estas poblaciones. Quienes diseñan las políticas deben tomar acciones inmediatas para protejer a los niños y jóvenes de mayores daños e injusticias, ahora y en el futuro.

ACCIONES PARA REESTABLECER LA NORMALIDAD

  1. Quitar todos los mandatos asociados a COVID-19, especialmente el uso de máscaras y el distanciamiento social en los servicios educativos, sociales, médicos y recreativos que atienden a niños y jóvenes. Ampliar estos servicios para satisfacer el aumento de las necesidades.
  2. Ofrecer la vacuna para el COVID-19 a las personas de alto riesgo como prioridad. Los niños y jóvenes no se benefician con la vacuna para el COVID-19 ya que su riesgo ante esta enfrmedaad es casi nulo. La vacunación masiva y los ensayos de vacunación en niños sanos son por lo tanto no éticos. Vacunar a esta población desvía recursos de los vulnerables y de asuntos de salud más pertinentes (como la hambruna de niños o la vacunación pediátrica de rutina). Las familias de niños y jóvenes con comorbilidades severas deben pedir orientación a su médico.
  3. Terminar con el testeo de lactantes, niños y jóvenes. En caso de enfermedad (la presencia de síntomas de COVID-19), éstos deben permanecer en casa hasta estar completamente recuperados. El testeo obligatorio de estudiantes no es ético.

ACCIONES PARA FACILITAR LA RECUPERACIÓN

  1. Evaluar a corto y largo plazo el impacto de los confinamientos y la interrupción de la educación o su provisión en condiciones sub-óptimas, en niños y jóvenes en términos de la salud física y mental, ajustes sociales, logros educativos y perspectivas de su formación. Deben establecerse metas INTELIGENTES. La magnitud de los daños debe ser compartida con el público, y quienes diseñan las políticas deben asumir la responsabilidd.
  2. Diseñar programas de remediación para alcanzar metas de bienestar en educación y en salud (física y mental), particularmente para grupos vulnerables como los jóvenes que han dejado la escuela, o que están recién casados o llevando un embarazo.
  3. Armar un equipo de trabajo multidisciplinario de expertos para crear un caso que convierta el cierre prolongado de las instituciones educativas en un acto ilegal, para asegurar que una calamidad similar sea evitada en el futuro.

Los niños y los jóvenes tienen el derecho a perseguir la vida, la libertad, el aprendizaje, el ocio, el amor, y la risa.

ANEXO A
Literatura cintífica detrás del COVID-19 en lo que respecta a niños y jóvenes

El conocimiento sobre COVID-19 recopilado a lo largo del último año, está apenas representado en los medios de comunicación masivos o en los mensajes que nos llegan desde la salud pública. Este hecho confunde a la población y alimenta un miedo innecesario. A continuación presentamos un extracto de la literatura científica hoy disponible detallando la evidencia en torno a los niños y la gente joven.

  1. Los niños y los jóvenes tienen menos probabilidad de infectarse con SARS-CoV-2 que los adultos (Patel & Verma, 2020).
  2. Ellos generalmente presentan síntomas leves o incluso resultan asintomáticos ante la enfermedad (Lazzerini et al., 2021).
    “Los niños también pueden ser infectados por SARS-CoV-2, pero la mayoría de los casos pediátrios con infección por SARS-CoV-2 confirmada por laboratorio son suaves; la enfermedad severa de COVID-19 en niños es poco común.” (Carsetti et al., 2020).
  3. Su probabilidad de morir por COVID-19 es prácticamente cero
    “Los niños tienen mucho mayor riesgo de enfrentar una enfermedad crítica por influenza que por COVID-19” (Shekerdemian et al., 2020).
    “La mortalidad en niños parece estar cerca de cero (a diferencia de la gripe)” (Oke & Heneghan, 2020).
    “[en Suecia,] muy pocos casos [de niños en la escuela] han ingresado a las UCI y no ha habido muertes reportadas en casos de 1 a 19 años de edad” (Folkhälsomyndigheten, 2020).
    “El número de muertes por toda causa entre los 1,951,905 niños en Suecia (al 31 de Diciembre de 2019) entre 1 y 16 años de edad fue de 65 durante el período pre–Covid-19, de Noviembre de 2019 hasta Febrero de 2020, y de 69 durante 4 meses de exposición al Covid-19 (de Marzo a Junio de 2020)” (Ludvigsson et al., 2021).
  4. La transmisión asintomática no es el principal motor de los brotes (WHO, n.d.b)
    “En toda la historia de los virus respiratorios de cualquier tipo, la transmisión asintomática jamás ha sido el motor de los brotes. El gatillo de los brotes siempre es una persona sintomática.” (Fauci, 2020).
    Dentro de la misma casa o grupo familiar, un estudio reciente registró 7 infecciones secundarias por cada 1.000 contactos asintomáticos cercanos, comparado con 180 infecciones secundarias por cada 1.000 contactos sintomáticos cercanos. (Madewell et al, 2020).
  5. La transmisión de SARS-CoV-2 de niños a adultos es mínima
    “Es poco probable que los niños sean los principales motores de la pandemia. Es poco probable que abrir las escuelas y los jardines de infantes impacte en las tasas de mortalidad por COVID-19 en la gente mayor.” (Ludvigsson, 2020).
    “El rastreo y el testeo sistemático de contatos de casos pediátricos de COVID-19 mostró que la transmisión es mínima, tanto de niño a niño, como de niño a adulto, en escuelas primarias que implementaron medidas para la prevención y el control de la infección [higiene, distanciamiento físico y quedarse em casa si se es sintomático]” (Brandal et al., 2021)
    “Esto se suma a la evidencia actual indicando que los niños no parecen ser motores de la transmisión” (Heavey et al., 2020).
    “el cierre o el no cierre de las escuelas no tuvo un impacto directo medible en el número de casos confirmados por laboratorio en niños de edad escolar en Finlandia o en Suecia.” (Folkhälsomyndigheten, 2020).
    “los niños no parecen ser super transmisores” (Munro & Faust, 2020).
    En un estudio de 12 millones de personas adultas en Inglaterra, “Para el caso de adultos que viven con niños, no hay evidencias de que exista un mayor riesgo de sufrir un COVID severo.”…”Entre 2.567.671 adultos de más de 65 años de edad, no se encontró ninguna relación entre el hecho de vivir con niños, y los efectos relacionados con SARS-CoV-2.” (Forbes et al., 2020).
  6. Los maestros no tienen mayor riesgo de infectarse en comparación con otras profesiones
    “En Suecia, un reporte comparando el riesgo de COVID para diferentes profesiones, mostró que no hay un riesgo mayor para maestros.”(Folkhälsomyndigheten, 2020).
  7. Enseñar es una profesión de jóvenes (NCES, 2012; OECD, 2018). Sólo una minoría de los maestros están en riesgo ante COVID-19. Hay varias intervenciones disponibles, tanto preventivas como terapéuticas, para su protección.
  8. Los niños pueden tener un efecto protector para los adultos.
    “Los niños están relativamente protegidos de la infección por el nuevo coronavirus (COVID-19). Un aumento del contacto con niños dentro de casa, fue asociado con una menor positividad en el test para SARS-CoV-2, y pareció estar también asociado con un menor riesgo de padecer una COVID-19 lo suficientemente severa como para requerir hospitalización.” (Wood et al., 2020).

ANEXO B
Literatura cintífica en torno a las máscaras

Hay muy poca investigación científica en torno a la efectividad del uso de máscaras o de sus daños potenciales por el uso prolongado en niños y jóvenes. La literatura disponible ofrece escasa evidencia científica respecto del uso de máscars en la población general y su influencia en la propagación de la enfermedad. A continuación se presenta un resumen de estudios hechos recientemente.

Inefectividad de las máscaras

“No encontramos evidencia de que las máscaras de tipo quirúrgico sean efectivas en la reducción de la transmisión de influenza confirmada por laboratorio, ya sea cuando son usadas por personas infectadas (control del foco emisor) como cuando son usadas por personas de la comunidad general para reducir su suceptibilidad.” (Xiao et al., 2020) – Centers for Disease Control and Prevention.

“Al momento, no hay evidencia directa (de estudios en COVID-19 y de personas sanas) de la efectividad del uso universal de máscaras en personas sanas en la comunidad para prevenir la infección por virus respiratorios, incluído COVID-19.” (WHO, 2020a) – The World Health Organisation.

“Los resultados acumulados de estudios aleatorizados no mostraron una clara reducción de la infección respiratoria viral por el uso de máscaras médicas/quirúrgicas durante la influenza estacional. No hubo diferencias evidentes entre el uso de máscaras médicas/quirúrgicas en comparación con el uso de respiradores N95/P2 en trabajadores de la salud cuando fueron usadas en cuidados de rutina para reducir la infección respiratoria viral.” (Jefferson et al., 2020) – Cochrane Review.

“Pareciera que a pesar de dos décadas de preparación para una pandemia, existe una considerable incerteza respecto del valor del uso de máscaras.” (Jefferson & Heneghan, 2020) – The Center for Evidence-Based Medicine, University of Oxford.

Daños debidos al uso de máscaras

La OMS lista las desventajas de usar máscara: incomodidad, dolores de cabeza, dificultad para respirar, auto-contaminación, lesiones faciales, una falsa sensación de seguridad y cumplimiento deficiente, entre otras (WHO, 2020b).

Los niños son obligados a usar una máscara en la escuela mientras realizan actividades físicas suaves y durante el juego, al mismo tiempo que las recomendaciones de la OMS establecen claramente que, “Varios estudios han demostrado la existencia de efectos deleterios en varios parámetros fisiológicos cardiopulmonares durante el ejercicio suave o moderado en sujetos sanos y en aquellos con enfermedades respiratorias de base.” (WHO, 2020b).

“Deficiencias causadas por el uso de la máscara fueron reportadas por el 68% de los padres. Estas incluyeron irritabilidad (60%), dolores de cabeza (53%), dificultad para concentrarse (50%), menos alegría (49%), rechazo a ir a la escuela o al jardín de infantes (44%), malestar (42%), dificultad en el aprendizaje (38%) y somnolencia o fatiga (37%).” (Schwarz et al. 2021).

El uso de máscara impacta enormemente en la comunicación (WHO, 2020b) y en la habilidad para expresar emociones y leer gestos faciales. Esto puede obstaculizar el desarrollo del lenguaje en niños pequeños y causarles una angustia innecesaria. Incluso puede impactar negativamente el lazo entre recién nacidos y sus padres (Green et al., 2021).

ANEXO C
Literatura cintífica sobre los efectos de la respuesta al COVID-19 en niños y jóvenes

Los niños y los jóvenes han sido sometidos a restricciones arbitrarias y severas que comprometen su salud física y mental, su adaptación en la sociedad, sus logros educativos, y su poder adquisitivo a lo largo de sus vidas, causando graves daños a toda una generación (Crawley et al. 2020; Lewis et al. 2021), tal y como se lista a continuación.

  1. Deterioro de los logros educativos (Fairfax County, 2020; Bao et al., 2020; Kuhfeld & Tarasawa, 2020; Engzell et al., 2021) que surge de:
    * el cierre de las escuelas, lo cual afecta a 1.600 millones de estudiantes en todo el mundo (UNESCO, 2021);
    * el fracaso del aprendizaje online (Fitzpatrick et al., 2020);
    * tasas de deserción escolar estimadas en 24 millones de estudiantes (UNESCO, 2020);
    * la falta de acceso a computadoras (UN News, 2020) y WIFI (UNESCO, 2021) afectando a 830 millones y 463 millones de estudiantes respectivamente;
    * la pérdida de motivación debido a las restricciones;
    * la desmoralización debida a las repetidas cuarentenas (Jones, 2021);
    * el ausentismo forzado debido a los modelos híbridos de enseñanza (en parte presencial, en parte online); se sabe que el ausentismo tiene un impacto negativo en los logros educativos y el comportamiento social (Ansari & Pianta, 2019);
    * una comunicación ineficiente entre profesores y estudiantes debida al uso de máscaras;
    * la reducción del tiemo de enseñanza debido a las medidas de sanitización agregadas.
  2. Disminución de los ingresos a lo largo de toda la vida y la prosperidad general de las naciones. Al perder un único período lectivo, “los estudiantes (…) podrían esperar una reducción del 3% de sus ingresos a lo largo de toda su vida. Para los países, el menor crecimiento a largo plazo relacionado con dichas pérdidas, podría significar una reducción promedio del 1,5% de su PBI anual para el resto del siglo…equivalente a una pérdida económica total de 14.200.000 millones de dólares” (Hanushek & Woessmann, 2020). Este impacto negativo en las ganancias de capital humano en el futuro, es particularmente marcado en niños de grupos socioeconómicos bajos (Fuchs-Schündeln et al., 2020).
  3. El retraso del desarrollo social y emocional que es normalmente facilitado por actividades escenciales como el juego, el deporte, las actividades extra-curriculares y la sociabilización normal (de Araujo, 2020).
  4. Una salud mental empobrecida reflejada en un aumento de:
    * ansiedad, depresión (Loades et al., 2020; Jiao et al., 2020) debido al aislamiento, restricciones de la libertad, y desinformación en relación a la enfermedad (ej. el rol de los niños asintomáticos en la transmisión a los ancianos);
    * desórdenes obsesivo-compulsivos (Nissen et al., 2020);
    * alcohol y abuso de sustancias (Dumas et al., 2020);
    * ideación suicida y suicidio (Odd et al., 2020);
    * reclamos por autolesión intencional, sobredosis y salud mental que se han duplicado durante los confinamientos en la población adolescente (Fair Health, 2021).
  5. Un aumento de la adicción a aparatos electrónicos, un incremento del tiempo que se está frente a una pantalla (Montag & Elhai, 2020; Dong et al., 2020), los juegos online (King et al., 2020) y sus efectos nocivos asociados.
  6. Los daños a estudiantes con necesidades especiales, debido a la alteración de sus rutinas y la pérdida del acceso a servicios profesionales (Aishworiya & Kang, 2020; Asbury et al., 2020; Cacioppo et al., 2020; Colizzi et al., 2020).
  7. El abuso físico (Sidpra et al., 2021) y el maltrato de niños (Lawson et al. 2020) se han vuelto más notables. Al estar cerradas las escuelas, muchos de estos casos no se dan a conocer y no pueden ser manejados correctamente.
  8. Se espera un empobrecimiento de la salud general a raiz de:
    * la pérdida de visitas de control a niños sanos (Korioth, 2020);
    * la pérdida de vacunaciones pediátricas de rutina (Santoli et al., 2020; Ladhani et al., 2020);
    * “el corte de servicios vitales de protección, nutrición, salud y bienestar” (UNESCO, 2021) – Muchos niños fueron privados de su única comida caliente ofrecida por el sistema de alimentaión escolar;
    * un aumento de la obesidad infantil (Cuschieri & Grech, 2020);
    * la reducción de los exámenes, diagnósticos y tatamientos de enfermedades infantiles como el cáncer (Graetz et al., 2021) y otras enfermedades (Ladhani et al., 2020).
  9. La sobremedicación de niños y jóvenes a través de:
    * repetidos testeos de COVID-19 a estudiantes (Lacobucci 2021; GOV.UK, 2021; CDC, 2021b) – un procedimiento innecesario y potencialmente doloroso;
    * la participación de bebés sanos (Lovelace, 2021) y niños en ensayos de vaunación (Pfizer, 2021);
    * la presión para vacunar a los jóvenes contra el COVID-19 – una enfermedad que no representa para ellos escencialmente ningún riesgo.
  10. El agravio de problemas sociales en relación a niños y jóvenes como resultado de la respuesta a la pandemia, como:
    * explotación criminal (Brewster et al., 2020);
    * violencia, reclutamiento militar, y trabajo infantil (UNESCO, n.d.);
    * “explotación sexual, embarazo adolescente, y casamientos forzados” (UNESCO, 2021);
    * se estima que en el primer año de la pandemia, se han sumado 6,7 millones de niños que sufren de raquitismo (Fore et al., 2020);
    * hambre y pobreza (Van Lancker & Parolin, 2020; Aborode et al., 2021) con una estimación de 142 millones nuevos de niños viviendo en casas pobres (UNICEF, 2020).

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